4.2 C
Daireaux
27 de julio de 2024

Historias de Taxi

admin

Hace muchos años, en una época en la que los remises no existían tal como los conocemos hoy en día, en este pintoresco pueblo se vivía una historia singular. Eran tiempos en los que algunos vecinos desempeñaban un papel crucial como lo que muchos denominaban «autos de alquiler».

Los autos de alquiler eran propiedad de dedicados habitantes del pueblo, personas que conocían cada rincón y cada calle como la palma de su mano. No solo se dedicaban a transportar a los pasajeros de un lugar a otro, sino que también se habían convertido en una parte integral de la comunidad.

Su tarea más importante era llevar a los pobladores hasta la añeja estación del ferrocarril. Desde allí, los trenes partían hacia Plaza Constitución, en la Capital Federal. Los viajes eran una mezcla de emoción y nostalgia, y los autos de alquiler compartían esta montaña rusa de sentimientos con sus pasajeros.

Pero estos vehículos iban más allá de su deber de transporte. Eran testigos de la vida de la comunidad, y sus conductores se habían convertido en confidentes y amigos de quienes subían a sus asientos. Conocían los secretos más profundos de sus vecinos y escuchaban sus anhelos y alegrías en cada viaje.

En muchas ocasiones, los conductores de estos autos oficiaban de «alerta humana». Cuando el tren llegaba tarde, ya fuera de día o de noche, estos amables vecinos se convertían en mensajeros, yendo de casa en casa para informar a los viajeros sobre la situación. Era un acto de cuidado y solidaridad que hacía que la comunidad se sintiera unida y protegida.

A lo largo de los años, estos autos de alquiler no solo transportaron a la gente de un lugar a otro, sino que también se convirtieron en guardianes de las historias del pueblo. Con cada conversación y cada viaje, recogían las historias y experiencias de los pobladores. Estas historias se convertían en un grandioso libro de vivencias compartidas.

Así, en una época en la que los remises no existían, estos autos de alquiler no solo eran medios de transporte, sino también vínculos esenciales entre los habitantes. Con sus ruedas girando y motores ronroneando, conectaban las más increíbles historias.

En homenaje a todos aquellos que oficiaron de «remiseros» en otras épocas.