Entrevista a Jorge Goñi, técnico radiólogo del Hospital de Daireaux
— Para empezar por el principio: ¿de dónde sos y cómo fue tu infancia y adolescencia?
— Soy de acá. Nací en Daireaux y me crié en el pueblo. Mi mamá es de acá; mi papá, telegrafista, era de Coronel Pringles y trabajaba en la vieja oficina del telégrafo frente a la plaza. Fui a la Escuela N.º 1 y después al Colegio Nacional (hoy Media N.º 2), donde me gradué en 1981.
— ¿Cómo llegaste a la radiología?
— Por el doctor Aguilar, que era mi médico —yo era asmático—. Me propuso estudiar radiología porque en el hospital estaban por jubilarse Osvaldo Bonnettini (mi primer jefe) y Celia Barrueco. La Municipalidad me consiguió una beca y en 1981 me fui a La Plata a formarme como técnico radiólogo. La carrera era de dos años, pero como la mayoría éramos del interior, comprimieron el cursado y la práctica la hicimos en nuestros pueblos. Tengo matrícula N.º 42: fuimos de las primeras camadas de técnicos de la provincia.
— ¿Cuándo empezaste a trabajar en el Hospital de Daireaux?
— El 4 de enero de 1982. Volví con el compromiso de quedarme al menos tres o cinco años… y me quedé toda la vida (sonríe). En ese momento el director era el doctor Aguilar y el intendente Laporte, todavía en tiempos de gobierno de facto.
— ¿Cómo fueron esos primeros años?
— Duros. Me faltaba práctica y estaba bastante perdido. Me ayudaron muchísimo Bonnettini y Celia. Tenía buena base teórica y la fui aplicando, pero los dos primeros años me costaron. Con el tiempo le fui tomando la mano.
— ¿Quiénes te acompañaron en el servicio a lo largo de los años?
— Pasaron muchos compañeros. Entre 1996 y 2001 trabajó conmigo Guillermina González. Después ingresaron Hernán Forte (2001) e Ignacio De Gárate (2002). Más adelante, cuando se instaló el primer mamógrafo —lo trajo la doctora Ratti, radióloga de Pehuajó— se sumó Celina García Barzola; y en 2016 entró Luciana Donato. Hoy ambas están en mamografía.
— Y los médicos radiólogos que informaban las placas, ¿quiénes fueron?
— Al principio venía Rómulo Gavazzi, en tren; se quedaba a dormir en el hospital y al otro día informaba. Después llegó el doctor Villani, de Olavarría: hacía ecografías y estudios contrastados (serie gastro-duodenal, colon por enema, urografía, etc.) todos los viernes; ese día el hospital explotaba y yo trabajaba “a full”. Más tarde empezó a venir la doctora Ratti, que estuvo varios años. Con el tiempo se sumaron el doctor Lucas, el doctor Bonaccorso, Andrés Durisotti y hoy la jefa del servicio es Luciana Heim.
— La tecnología cambió muchísimo: del revelado manual al digital. ¿Cómo lo viviste?
— Arranqué con revelado manual en cuarto oscuro: bastidores, ácidos, mucho olor y muchas repeticiones. Luego llegó la procesadora automática, un avance grande. Pero lo que nos cambió la vida fue la radiología digital (instalada entre 2018 y 2020, durante la gestión del intendente Alejandro Acerbo): casi no repetimos estudios porque podés corregir la imagen; se ahorra material y tiempo, y todo queda digitalizado.
— Además del equipo de rayos, se sumaron otras tecnologías.
— Sí: el mamógrafo, el arco en C en quirófano —para ver en vivo y colocar prótesis o clavos— y la tomografía. En 1997 cursé Tomografía y Resonancia en Olavarría, los sábados. Pude aplicarlo cuando llegó el tomógrafo alrededor de 2012, inicialmente por un esquema de concesión a través del doctor Galafazzi; más tarde se instaló un tomógrafo nuevo ya con capacitación específica para el equipo. Hoy el servicio es Diagnóstico por Imágenes: abarca rayos, tomografías y mamografías. Ojalá pronto llegue un densitómetro; la resonancia es más difícil por costos e infraestructura.
— ¿Cuántos años llevás en el hospital?
— Entré en 1982: 43 años, y en enero serán 44. Se pasaron volando.
— El año pasado atravesaste una cirugía de corazón. ¿Cómo te marcó?
— Mucho. Recibí un cariño enorme de la comunidad, la Municipalidad, el hospital y mis compañeros. Me emociona: uno se da cuenta de que la mejor recompensa es el afecto de la gente. Eso no tiene precio.
— Si pudieras hablarle al Jorge de 1982, recién recibido, ¿qué le dirías?
— Que se lo tome con un poco más de calma y disfrute más la juventud. Empecé muy chico, con guardias pasivas y mucha responsabilidad; eso te “come” tiempo. Igual, asumir esa responsabilidad me hizo quien soy.
— ¿Alguna anécdota de guardias que te haya quedado grabada?
— Varias (ríe). Una vez estaba jugando en primera en Guglieri y vino la ambulancia a buscarme a la cancha: me fui con los botines puestos a hacer una radiografía. En esos años no había celulares: si estaba en Bancario jugando al fútbol, venían a buscarme donde fuera.
— ¿Qué les dirías a quienes hoy terminan la secundaria y dudan sobre su vocación (radiología u otra)?
— Que estudien lo que les guste, con amor y responsabilidad. Sean constantes. En salud, además, hay que tener temple: convivís con el dolor ajeno; si no te nace, buscá otra cosa. Lo ideal es ser buenos profesionales y, sobre todo, buenas personas. Esa combinación hace la diferencia.
— ¿Algo que te quede por agradecer o subrayar?
— Gracias a todos por el apoyo en mi momento difícil. A mis compañeros de Rayos y de Enfermería, a los médicos, al hospital y a la comunidad. Siento ese cariño todos los días cuando me preguntan cómo estoy. Eso me empuja a seguir.
Jorge Goñi resume una vida profesional hecha de aprendizaje, adaptación y trato humano. “La tecnología cambió todo; la vocación y el respeto por el paciente, no”, dice. Y en esa frase cabe su trayectoria de más de cuatro décadas en el Hospital de Daireaux.